AICAN, el primer ‘artista’ artificial
El arte y la inteligencia artificial han comenzado un debate que parece no tendrá fin. Existe un dilema sobre los derechos de autor y analistas culturales que consideran a las obras de las IA como predecibles e incluso aburridas. También aseguran que la manufactura artificial es palpable, es decir, muchos especialistas son capaces de distinguir un trabajo sintético de uno humano. Sólo hay una excepción.
AICAN, o la red adversaria creativa de inteligencia artificial por sus siglas en inglés, es considerado el primer gran “artista” artificial de toda la historia es porque tiene una obra propia, reconocible y más importante, independiente de la intervención humana.
Creada en el laboratorio de arte e inteligencia artificial de la Universidad de Rutgers, su algoritmo se basa en contradicciones propias de la psicología artística: el deseo de aprender de sus antecesores homo sapiens y el esfuerzo por romper con lo visto sin exagerar en lo novedoso con el fin de seguir conectando con el público.
“Por un lado, trata de aprender la estética de las obras de artes existentes y, por el otro, será penalizado si, al crear una obra propia, imita demasiado un estilo establecido. Al mismo tiempo, AICAN obedece a lo que el psicólogo Colin Martindale denomina la ley del “mínimo esfuerzo”, según la cual demasiada innovación aburre a los espectadores.
Aun así, en el proceso artístico de AICAN carece de algo: vive en un espacio creativo aislado que carece de contexto social. En cambio, los artistas humanos se inspiran en personas, lugares y políticas. Hacen arte para contar historias y para dar sentido al mundo. A AICAN le falta todo esto.